Visita
nocturna
La mujer anticipó la llegada de su visita.
Se miró al espejo. El pelo corto, ahora teñido de rubio. Los labios
del color de la sangre. Voluptuosos. Y, salvo una cadenita de oro en el tobillo
izquierdo, nada más.
Sonó un timbre. Luego otro. No dio tiempo para un tercero.
Abrió la puerta y dejó que la visita entrara, cuyo rostro se
transformó en sorpresa. Detuvo el gesto de saludo en el aire. Sus ojos bajaron
la mirada para descubrir el cuerpo desnudo de su anfitriona. Nunca la había
visto así.Es bella. Es hermosa. Demasiado hermosa. Me habré equivocado, pensó.
Sin embargo, el perfume le envolvió con su abrazo y sus labios recibieron un largo beso de bienvenida. Devolvió el beso casi por instinto, sin saber qué hacer con sus manos.
Nunca le habían recibido así.
Hola, dijo al fin. No esperaba esto.
La mujer de pelo corto solo sonrió, se arregló el pelo con la mano e invitó a su visita a pasar.
Me he cambiado el pelo, dijo al pasar.
Te queda lindo, muy lindo, dijo la visita, quitándose el abrigo. Quedaron de frente, en medio de una pequeña sala. No volvieron a hablar con palabras. Solo lo hicieron con los ojos. Y con las manos.
Entre mujeres se entienden bien, incluso sin palabras.
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