viernes, 8 de septiembre de 2017


Visita nocturna
 

La mujer anticipó la llegada de su visita.
Se miró al espejo. El pelo corto, ahora teñido de rubio. Los labios del color de la sangre. Voluptuosos. Y, salvo una cadenita de oro en el tobillo izquierdo, nada más.
Sonó un timbre. Luego otro. No dio tiempo para un tercero.
Abrió la puerta y dejó que la visita entrara, cuyo rostro se transformó en sorpresa. Detuvo el gesto de saludo en el aire. Sus ojos bajaron la mirada para descubrir el cuerpo desnudo de su anfitriona. Nunca la había visto así.

Es bella. Es hermosa. Demasiado hermosa. Me habré equivocado, pensó.

Sin embargo, el perfume le envolvió con su abrazo y sus labios recibieron un largo beso de bienvenida. Devolvió el beso casi por instinto, sin saber qué hacer con sus manos.

Nunca le habían recibido así.

Hola, dijo al fin. No esperaba esto.

La mujer de pelo corto solo sonrió, se arregló el pelo con la mano e invitó a su visita a pasar.
 
Me he cambiado el pelo, dijo al pasar.

Te queda lindo, muy lindo, dijo la visita, quitándose el abrigo. Quedaron de frente, en medio de una pequeña sala. No volvieron a hablar con palabras. Solo lo hicieron con los ojos. Y con las manos.

Entre mujeres se entienden bien, incluso sin palabras.

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