domingo, 3 de septiembre de 2017


Asesina


El encuentro fue en el baño del bar, pasada ya la medianoche. Se besaron con frenesí, sus lenguas chocaron y se enredaron. Él tenía en su boca el sabor amargo del cigarrillo, ella sabía a jazmines. Con un ademán, dejó que sus senos escaparan del vestido. Con otro movimiento más sutil, deslizó el cierre del pantalón del hombre y extrajo su miembro. Lo manipuló con destreza, haciendo gala de su maestría. Se limitó a mirarle a los ojos como el gato que observa atentamente al ratón.


Él se dejó hacer como en un sueño. Cuando supo que estaba por estallar, ella se acercó más y le besó, succionando cada gota de saliva, mientras un torrente blanco brotaba a borbotones y manchaba el piso. Las piernas del hombre comenzaron a temblar, a flaquear. Sintió que la vida se le escapaba, como si con ese beso se le diluyera hasta el alma.


Un instante después, no supo nada más. Todo se volvió oscuro. Su cuerpo resbaló contra la pared y quedó sentado en el piso, sucio de colillas y orines, con las piernas abiertas y el miembro ya flácido salido de su bragueta. Su corazón ya casi no latía.


Ella se arregló el vestido y salió, llevando consigo un brillo nuevo, distinto, en sus ojos negros.

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